Al
crecer en Noruega durante los años de post-guerra, llegué
a amar a nuestro rey. Las historias de su bondad y valor durante
la ocupación Nazi han continuado inspirando a nuestra nación,
y el llegó a ser mi modelo de bondad y valor. Como el,
quiero ser lo suficientemente valiente para preferir morir antes
de rendirme ante cualquier enemigo.
Años
después aprendí que este heroico líder era
nada comparado con mi Rey Celestial. Sin embargo mi rey terrenal
y su legado inspirador construyeron un cuadro en mi de una majestad
pura e irreprochable, el cual aún atesoro. Empecé
a ver que nosotros, Su novia e Iglesia, nos parecemos a una Nación
de leales súbditos quienes:
- Amamos
y obedecemos al Rey
- Descubrimos en su meta común
y lucha espiritual una comunidad bendita que difícilmente
se encuentre exenta del dolor y la persecución.
- Rehusar el compromiso.
- Perseverar hasta la muerte, o hasta
ganar la guerra.
Pero ninguna palabra finita humana
o imitación haría justicia a la grandeza y gloria
de nuestro Soberano Gobernante del Universo. Algunos de Sus
fieles siervos han tratado de compartir lo que han visto de
Su gloria, pero sus palabras, finitas y terrenales ofrecen solo
un vistazo de su esplendor celestial:
Isaías “vio al Señor
sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban
el templo.” Isaías 6:1
Tres
de sus discípulos le contemplaron “transfigurado delante
de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos
se hicieron blancos como la luz.” Mateo
17: 2
Ezequiel le vio y escribió:
“Como parece el arco iris que está en las nubes el día
que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor.
Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová.”
Ezequiel 1: 28
Juan, también, cayó a
los pies de Aquel “cuyo rostro era como el sol cuando resplandece
en su fuerza.” Apocalipsis 1: 16
Décadas antes, este amado discípulo observó
a su Maestro entrar por Jerusalén cabalgando humildemente
sobre un asno. Ahora se postra ante el glorificado, y triunfante
Rey de Reyes.
¡Este poderoso Rey ahora habita
en mi! EL maravilloso misterio eterno de Dios es “Cristo en vosotros,
la esperanza de gloria” Colosenses 1:27
Nací otra vez en su Reino cuando
confié y recibí este majestuoso Rey como mi Salvador
y Señor. Ahora pacientemente me enseña las directrices
y formas de su Reino; puedo disfrutar las maravillosas promesas
y privilegios de mi relación real solo si entro plenamente
a mi nueva ciudadanía. “Nuestra ciudadanía está
en los cielos...” Filipenses 3: 20.
No puedo llevar las llaves de su armada
o su casa de tesoro a menos que comparta los sentimientos y luche
las batallas de su Reino. Pues el poder y autoridad del Rey son
efectivas al llevar a cabo Su propósito – no para gratificar
mis necesidades terrenales.
Así, que debo ahora confiar,
seguir y obedecer a mi Rey. Mi hogar es el cielo, y nunca podré
sentirme cómodo viviendo la vida de este mundo. Caminar
con Jesús y compartir sus gozos y preocupaciones, aprendo
más acerca de la vida en paz y victoria en la maravillosa
presencia de mi Rey.
Cada día El me envía
al mundo como Su embajador. Por mi cuenta puedo tropezar y caer,
distorsionar su mensaje y avergonzar a mi Rey. Pero por su gracia,
puedo honrarle y reflejar su bondad. Ya que El conoce mis necesidades
y mis debilidades, no solo me equipa para servirle, sino que también
intercede por mi para que no olvide Su provisión prometida
para el servicio diario. En su oración por Sus discípulos
hace dos mil años, El añadió una referencia
especial para ti y para mi:
“Mas no ruego solamente
por éstos, sino también por los que han de creer
en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno;
como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también
ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú
me enviaste.” Juan 17: 20-21
[vea también Hebreos 7: 25; Romanos 8: 26-27; 1 Juan 2:
1]
Un día, después del sonar
de la séptima trompeta y la tierra sea purificada, celebraremos
juntos y cantaremos canciones celestiales. Pues los “reinos de
este mundo han llegado a ser de nuestro Señor... Y El reinará
por siempre y para siempre!”.
“Por tanto, al Rey
de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios,
sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.”
1 Timoteo 1:17
Precioso
Rey, toma mi mano y guíame – hora por hora y día
por día. Hazme un recipiente justo para tu vida, y lléname
para fluir con tu dulce amor y vida victoriosa. Acerca mi corazón
cerca del tuyo, para que pueda escuchar tu vos y obedecer tu palabra
en medio de todas las tentadoras distracciones confusas del mundo.
Gracias, mi Señor y mi Rey. ¡Cuan Grande eres!
Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída,
y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría,
al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y
majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos.”
Judas 24-25
Referencias
Deuteronomio 1:21-26, 36, 7:7-18;
Salmos 2, 24:8, 84:3, 147:13; Isaías 6:1-13;
Daniel 7:9-14; Lucas 10:9, 12:31-32, 17:20-21, 18:17; Mateo 24:30-31,
25:31;
Juan 3-5, 17:22-23, 18:36-37; Hechos 14:22; Romanos 5:17, 14:17;
2 Corintios 5:20;
Colosenses 1:13; 1 Timoteo 1:17; Apocalipsis 1:13-17, 5:10, 11:15-17,
19:16, 20:4, 22:5.