Las tormentas comenzaron a golpear con fuerza al final de mi primer año como Cristiano. Me tomaron por sorpresa. Después de un año de delicia aprendiendo a conocer a Jesús y descubriendo los recursos maravillosos de Su Reino, pensé que ya tenía la esencia de la vida cristiana. Ignorante de las batallas espirituales, no me guardé de las perversidades de mi carne (la vieja naturaleza humana) ni contra Satanás.
De repente ni mis circunstancias exteriores o mis luchas internas encajaban en mi visión de la Vida Cristiana. Decepción, fracaso, y pérdida ocurren a todos, pero en mi abrieron las puertas a las dudas y desesperación.
Las preguntas en mi mente reflejaban la confusión en mi corazón: ¿Si Jesús es mi Pastor, por qué no cuida mejor de mí? ¿Si Dios es mi Soberano Rey, donde está Su poder para proveer fuerza y paz? ¿Si El es mi Padre, por qué no es más tierno conmigo?
Por supuesto, el problema era yo, no Dios. Yo simplemente no había visto todo lo que EL me ofrecía, ni había aplicado todo lo que el me había mostrado. Mi vestimenta real colgaba inútilmente en el closet.
Me había hecho un cuadro de relación de amor con mi Señor, tanto vertical (Su mano y corazón alcanzándome) y una amistad horizontal con El (caminar y trabajar a su lado). Ambos llegaron a ser real y preciosos para mi, pero había perdido la unión más intima en la cual El y yo llegábamos a ser uno.
Jesús dio una descripción excitante: “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.” (Juan 14:20). En otras palabras,
· Mi Padre es Primero
· Cristo es en El
· Estoy Escondido en Jesús
· Y Jesús me llena
Por lo tanto, lo que sea que me toque debe primero pasar por el Padre y el Hijo. No solo Cristo me cubre consigo mismo, más El y yo llegamos a ser uno. En su manto, no solo estoy protegido, sino también unido a El.
¿Estás listo y ansioso de vestirte de Jesucristo?
Mi Atuendo Real
Me visto de Cristo mi Señor, no por recitar las partes de la armadura, sino entrando en una relación con el Dios Vivo. Aseguro mi nuevo set de vestiduras por un estilo de vida de unidad y comunión con El. Ambos empiezan con una profunda contemplación de Dios.
Mientras Dios se revela a Si mismo a mi en Su Palabra hecha viva por Su Espíritu, afirmo todo lo que El es en mi. Mi Soberano y Poderoso Rey, quien reina sobre todo (incluyendo los poderes de Satanás), no es solo toda la vestimenta, sino cada parte individual.
· El es la Verdad, el
punto de filtro y referencia de todo lo que veo y oigo, quien ha llenado mis
bolsillos con promesas invalorables.
· El es mi Justicia quien
me ha limpiado y renovado, para que pueda estar sin mancha y hermoso ante mi
Rey.
· El es mi Paz quien me
alienta con la certeza de Su Soberanía, Sabiduría y amor.
· El es mi Fe quien me
escuda del temor, duda y congoja.
· El también es mi Salvación pasada, presente y futura,
quien ya me ha salvado de la culpa y condenación- El me salva hoy de
cada tribulación y un día cambiará este decaído
cuerpo terrenal por un fresco, nuevo y hermoso cuerpo.
· El es el Verbo Victorioso
con poder para vencer cada batalla. El es todo lo que necesito para vivir, caminar
y trabajar triunfante cada día.
Vistiéndome para la Victoria
Habiéndose revelado a mí, Dios busca una respuesta. EL anhela darme todo lo que EL es y tiene, pero solo puede llenarme y vestirme cuando acudo a El en confianza, humildad y contrición. Esta actitud (tan contraria a la naturaleza humana) se torna realidad cuando por Su Espíritu “Le Contemplo” (2 Corintios 32:18).
Cuando veo Su Grandeza, confío en El, admito mi necesidad y me doy a El para el cumplimiento de Su propósito. Cuando las palabras (pensadas, susurradas o habladas) confirman y fortalecen la actitud de mi contrito corazón, le doy mi respuesta. Por ejemplo, puedo orar:
Precioso Rey, elijo confiar en ti. Por lo tanto, me doy a ti como un sacrificio vivo. Transfórmame en tu Imagen por la renovación completa de mi mente, para que nada me obstaculice ver tu gloria y conocer tu voluntad. Escóndeme en ti, mi Señor. Gracias por hacerme uno contigo.
Lo siguiente, es que tomo cada pieza de Su armadura por fe, afirmo sus verdades básicas y las aplico a mí.
Gracias por Tu Verdad. Contaré con todas las cosas maravillosas que me has mostrado y prometido.
Gracias por Tu Justicia en mi. Me has hecho santo, precioso y hermoso en tu vista (Isaías 43:1-4, 25; Efesios 1:4, 2:1-10).
Gracias por la paz que tengo en y contigo. Guárdame a salvo en tu presencia al trabajar juntos este día. Que tu paz fluya a través de mi a otros (Juan 14:27, 16:33)
Gracias por el don de la fe. Creeré y proclamaré Tu soberanía, sabiduría, amor y triunfo no importando lo que me confronte (Gálatas 2:20).
Gracias por tu salvación eterna. Cuento contigo para traerme salvo y triunfante a través de cada reto en este día. Guarda mi corazón en la esperanza de Tu salvación final, el cual me traerá cara a cara contigo, mi Rey (Romanos 5:8-10, 8:23; 1 Tesalonicenses 5:8-9; 1 Juan 3:3).
Gracias por Tu Palabra. Muéstrame cual escritura me traerá triunfo en mis pensamientos y emociones hoy (Efesios 6:17).
Mientras Su presencia protectora llega a ser una consciente realidad creciente, solo unas pocas simples palabras se necesitan:
Padre, tómame, soy Tuyo. Sea hecha Tu Voluntad. Escóndeme en Ti. Te amo, precioso Rey. Gracias.
Nuevas Ropas, nueva vida
Asumiendo que cada día me acerco a Dios con una actitud de confianza y de entrega. De hecho “Vestirme de Jesucristo” ha llegado a ser un habito diario. Pero aun así, encuentro que no soy inmune a ciertas clases de luchas. ¿Por qué no?
Talvez no he entendido realmente lo que Dios me ha y no ha prometido hacer por mi. Si presumo que la protección de Dios se extiende mas allá de Sus promesas, me decepcionare y frustrare. La verdad es que Su armadura podrá o no protegerme contra las tormentas del mundo (Mateo 5:45). Pero siempre me protegerá contra los asaltos de Satanás, cuyas flechas utilizan las circunstancias del mundo para aplastar y destruir mas que cualquier tormenta.
En otras palabras, Dios talvez no me saque de mis circunstancias, pero me traerá victorioso en medio de las pruebas. El me protegerá contra el desaliento, angustia, desesperanza, indignación, todas las emociones destructivas y patrones de pensamientos que se levantan para turbar mi paz, negar mis recursos en Cristo, y saciar mi gozo en El.
Jesús me pregunta, “¿Continuaras conmigo? ¿Confiaras los suficiente en mi para mantenerte escondido en Mi? ¿Continuaras compartiendo Mi Vida?”
Cuando El me esconde en Sí mismo, llego a ser parte de Su vida. Voy donde el vaya. Comparto Su corazón, pensamientos, preocupaciones y acciones. Desde que Jesús me llamó a la unidad, siento los vientos que Le golpean. Juntos El y yo enfrentamos las tormentas y presiones del mundo. Juntos soportamos la estocada del rechazo. Juntos compartimos el dolor de un amigo y traemos el aliento de verdad.
Si Jesús me aislara de todo el sufrimiento, no podría continuar siendo Su amigo y discípulo. El que es fuerte, y yo que soy débil debemos caminar juntos en Su propósito. Las circunstancias que evitaría, El lo utiliza para hacerme una prueba presente viviente de SU triunfo sobre las presiones del mundo y los poderes de Satanás. Entonces, las tormentas que una vez traían devastación, ahora afirman la victoria de la armadura (1 Pedro 4:12-13).
Permaneciendo Juntos
“Amaos unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:34-35). Jesús recuerda a aquellos que llevan Sus vestiduras y comparten Su visión la importancia del amor.
¿Por qué es este amor tan importante? Porque nos necesitamos los unos a los otros. Podré vestirme solo, pero sin el apoyo de fieles amigos, puedo debilitarme y encontrar difícil “Permanecer Firme” en todo lo que EL es. Aunque nuestra relación primordial es con El, Dios nos hace encajar en la vida de los demás, para velar, preocuparnos y orar por cada uno con la misma preocupación que tenemos por nosotros mismos.
Recuerde la petición de Pablo, completando su enseñanza de la armadura: “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio. (Efesios 6:18-19).
Cuando Satanás dirige dudas, desaliento y temor en mis puntos débiles. Necesito de un amigo que se preocupe lo suficiente como para orar para que mis vestiduras estén bien y yo este protegido. Cuando los misiles lleguen al blanco y su veneno distorsione mi perspectiva, necesito un amigo bien armado que pueda ver todo claramente. Levantándonos unos a otros a Dios, podemos permanecer juntos y demostrar la victoria de Dios en cada dolor, confusión, y situación de reto.
Por Berit Kjos
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